Llevaba dos días encerrado en una habitación de un hotel en la Rue des Pirénées, cuando decidió acudir al servicio de urgencias del hospital Tenon, en la Rue de la Chine. Pero, antes de alcanzarlo, alguien tuvo que ayudarlo a tomar asiento en la terraza del bistro Chantefable, porque un nuevo vértigo lo dominó.
Estuvo de suerte. Al lado tenía su consulta uno de los mejores neurólogos de París, que será quien le diga que con ilusión la sustancia negra mejora. Esa zona pigmentada del tronco encefálico que palidece irreversiblemente en su interior.
¿Qué años tiene y a qué se dedica usted? ¿Y por qué no?-pensó. Ahí le pareció lo más justo volver a mentir. Después que lo remediaría luego pero luego, ya en Biarritz y a donde regresó, volver a mentir lo divirtió y la enfermedad, o si se quiere la curación, también guarda relación con eso, con una necesidad de recuperar el estímulo del placer. Buscar un nuevo comienzo y no cansarse jamás de repetir la misma clave: A pesar de todo, tengo derecho a ser feliz.